10Hablar del Síndrome de Asperger, es entrar en un tema desconocido.

 

Más allá de unos programas con chistes donde se caricaturizan a las personas que lo tenemos, no hay mucha información sustancia, dado que es una condición que recién tomó el interés de muchos. Y digo condición porque en eso se convierte nuestra forma de vivir el día a día. No es una enfermedad infecciosa que nos obliga a estar en cuarentena. Ni siquiera nos desgasta físicamente.

 

Actualmente, tengo 32 años, y recién he descubierto el Síndrome de Asperger en mí. Recuerdo que en la escuela era un alumno más bien callado, tranquilo y responsable. Cumplía con mis tareas, y procuraba tener organizado todo lo que tuviera que ver conmigo. Algo común para un #Aspergito (dígase así en broma a la persona que tiene el Síndrome Asperger).

 

Salvo algunas excepciones, la mayoría de los adultos me dedicaban buenos comentarios. Tal vez, porque era fácil de educar, aconsejar o guiar. Al no tener el hábito de contestar o interrumpir, y al escuchar de forma atenta, lograba enterarme de muchas cosas y conocerlos bien, a veces, casi sin proponérmelo.

 

Hasta ahí, puede decirse que yo era una persona completamente normal. El verdadero problema es cuando se presenta la necesidad de socializar. Un #Aspergito no va a mentir. Es raro que lo haga. Y cuando eso sucede, es casi seguro que después regresará a delatarse. En un mundo acostumbrado a lo contrario, eso no siempre bienvenido. A veces, le incomoda a dos que tres personas.

 

Al hablar de forma clara y directa, mucha gente toma ventaja de ello para arrancar cualquier tipo de información de cualquier persona o cosa, lo cual no siempre es prudente.

 

Otra circunstancia que nos juega en contra es la credulidad que le ofrecemos al mundo, porque nos convierte en víctimas de los engaños más fáciles e infantiles. Los #Aspergitos no dudamos de nadie, confiamos en todo, por lo cual, asumimos que las personas nos hablan siempre con la verdad, sin imaginar siquiera que nos están engañando. Por eso es que caemos de boca fácilmente en una treta, o que nos traguemos una mentira.

 

Si después nos damos cuenta del embuste, perdemos la confianza y el interés sobre el responsable, ya que para nosotros es difícil volver a confiar en alguien que nos haya mentido.

 

El silencio también es un factor común en nosotros. Un gran compañero y amigo, aunque a veces no es un buen aliado. Así como nos hace ver tranquilos y dóciles, en ocasiones, nos granjea comentarios muy desafortunados o equivocados, como que somos groseros, pedantes, de lento aprendizaje, o enojones.

 

Para nada. Simplemente, si no conocemos el tema, o no se nos ha pedido nuestra opinión, no vamos a abrir la boca.

 

El sentido figurado, o las metáforas, nos parecen idiomas muy complejos. Preferimos escuchar un discurso en hebreo. A menos que sea una expresión muy común, o algo que ya hayamos escuchado antes, no sabemos qué responder a eso

 

Para todo eso se resuelve con la honestidad que tanto buscamos, en la confianza que necesitamos, y en una oportunidad que todos merecemos. Y la forma más rápida de llegar a todo ello, es hablar directamente, o permitir que el silencio nos permita un momento de reposo.

 

Me llamo Zuri García, y te agradezco que me hayas leído.